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viernes, 27 de agosto de 2010

El Malestar en la Cultura (1930). Sigmund Freud (1856-1939).

En este texto el autor pone sus descubrimientos en teoría psicoanalítica en función del estudio de la cultura y sus manifestaciones. El título supone ya la dirección del estudio: el porqué de la hostilidad del ser humano hacia la cultura cuando esta supone el mayor logro de la civilización y algo por tener en la más alta estima;¿por qué se encuentra el hombre tan infeliz y miserable inmerso en la cultura?, he aquí la cuestión principal de este texto.
El texto está dividido por capítulos, cada uno trata sobre un tema en particular pero todos están concatenados entre sí, siguen el hilo de la investigación y no se apartan del tema central de estudio; solo cuando trata sobre la conciencia moral y el sentimiento de culpa el autor titubea y manifiesta sentir apartarse de la cuestión principal, pero luego encadena genialmente esta cuestión a la temática general, generando así un todo homogéneo coherente entre todos los capítulos.
“La religión es comparable con la neurosis infantil “…El primer capítulo con el que se inicia el texto, trata particularmente sobre el tema de la religión, del “sentimiento oceánico” que sienten algunos seres inmersos en ella. Este sentimiento de eternidad que aluden los religiosos a una conexión espiritual con la instancia superior Freud lo considera derivado de una fase temprana del sentido yoico ;fuente de la necesidad religiosa, la cual es consecuencia del desamparo infantil y la nostalgia por la pérdida del padre que dicho estado suscita, este sentimiento de desamparo va ganando mayor peso a medida que el ser crece a la deriva en este mundo tan hostil sujeto a las vicisitudes y adversidades que el destino le ofrece. En este sentido esta consideración esta también ligada a la concepción del sentido religioso como la búsqueda de un padre, del padre sustituto que venga a reemplazar a aquel que ha perdido nuestro afecto, de ahí que la divinidad se conciba siempre como un padre grandiosamente exaltado.
Freud toca el tema de la felicidad en términos generales. La aspiración principal del hombre parece ser alcanzar la felicidad, ahora bien, la felicidad se concibe como algo bastante utópico en este mundo, pues se nos presenta como un imposible en el sentido que la vida en él esta llena de sufrimientos, miserias, decepciones, frustraciones que nos hacen difícil la existencia al punto de parecer que “en los planes de la creación no está incluido el designio de la humana felicidad” Es así como en orden de hacernos la vida un poco más agradable, o al menos soportable, hacemos uso de “muletas” o ayudas como lo son las distracciones poderosas, satisfacciones sustitutivas y el uso de narcóticos.
El designio de felicidad que nos impone el principio de placer es algo irrealizable, mas sin embargo vale la pena al menos hacer el intento y tratar de acercarse lo más posible a la felicidad; la cuestión de la felicidad es algo subjetivo y particular, en el sentido en que está determinada por la economía libidinal de cada individuo, de tal forma que cada quien en su constitución inherente debe buscar por sí mismo la forma y las técnicas de alcanzar o al menos aproximarse al estado de regocijo de la felicidad. El sufrimiento por otra parte nos amenaza desde tres lados: nuestro cuerpo, el mundo exterior y las relaciones sociales.
La felicidad entonces vendría a estar determinada por la satisfacción de nuestros instintos, de la liberación de nuestra tensión libidinal interna; cuando el mundo exterior nos priva de esta satisfacción y esta descarga, es entonces cuando sentimos un alto grado de sufrimiento y frustración. Este mundo exterior esta principalmente representado por la cultura, he aquí cómo se puede entrever una razón del porqué de la hostilidad de los hombres hacia la misma.
Freud considera como cultura el conjunto de productos e instituciones que facilitan la vida en comunidad, protegen al hombre de la inexorable naturaleza y nos distingue de nuestros parientes los brutos, en este sentido actividades culturales se consideran la manipulación de herramientas, la creación de habitaciones y el dominio del fuego; la cultura exige además ciertas disposiciones como lo son la belleza, el orden y la limpieza, pero más elevadas aun son las actividades psíquicas superiores como los sistemas religiosos, las especulaciones filosóficas , y los ideales humanos en general. Otro elemento cultural esencial es el llamado mecanismo de sublimación, que permite desviar la energía libidinal instintiva hacia actividades científicas, artísticas, etc.
Se encuentra en la concepción de la cultura freudiana una cierta influencia de Rousseau al considerar la posibilidad cultural dentro del marco de una comunidad donde la fuerza bruta es reemplazada por el derecho, la mayoría común se torna más poderosa que los individuos aislados y se restringen las satisfacciones instintivas en función del bien común.
Ahora bien, esta cultura tan exaltada y querida podría tener gran influencia en el sufrimiento e infelicidad en que vive el hombre, tanto así que nos podríamos considerar más dichosos en estado primitivo. La razón vendría a ser que esta nos impone ciertas restricciones que no podemos soportar al punto de llegar a casos extremos como el advenimiento de una neurosis a casusa de esta frustración cultural, frustración que es la causa principal de nuestra hostilidad hacia la cultura.
El hombre primitivo al verse inmerso en comunidad empezó a considerar a sus congéneres como ayudantes, se dio cuenta que en la ayuda mutua podían trabajar y rendir mas; la necesidad de satisfacción sexual llevo a la unión del hombre con una mujer, lo cual dio origen a la familia, por un lado, el hombre vio en la mujer la posibilidad de suplir su necesidad de satisfacción genital, mientras esta vio en el hombre quien podía cuidar y proteger del mundo exterior a su hijo y a ella misma. Entonces la cultura tuvo como padres dos principios fundamentales: el amor y la necesidad, Eros y Ananké.
El hombre se vio inmerso entonces en el ambiente cultural, pero este carecía de la energía necesaria para suplir todas las necesidades culturales de manera satisfactoria, en efecto, la energía psíquica del hombre no es ilimitada, por lo que se vio obligado a sublimar sus instintos, a distribuir su libido de manera uniforme en su relación con los otros, al trabajo, etc, lo que causo una actitud hostil de la mujer hacia la cultura.
Ahora, el amor se ve también afectado y restringido por la cultura, la cual lo limita a grados insoportables para el ser humano, este considera el amor y más concretamente el acto sexual como la mayor fuente de gozo y placer que le puede brindar el mundo; así que también el amor y la sexualidad se ven también restringidos y limitados por la labor cultural.
“Homo Homini Lupus”… Sin embargo no todo en el ser humano es paz y amor, no solo considera al prójimo como un posible colaborador u objeto sexual sino que además existe en él una tendencia agresiva inherente a su naturaleza, la cual tiende a descargar en el prójimo considerándolo objeto de desahogo de sus tendencias instintuales. Así es que el hombre no solo es un ser tierno, cariñoso, amoroso sino un animal salvaje, carnicero, agresivo vuelto inofensivo por el bozal de la civilización, de la cultura. La existencia de esta tendencia agresiva es uno de los principales móviles que imposibilitan la pacifica relación entre los hombres y lleva a la labor cultural a instaurar preceptos tales como “amaras al prójimo como a ti mismo”, preceptos que son imposibles de llevar a cabo. Esta disposición innata, este instinto agresivo particular e independiente constituye sin duda el mayor obstáculo con el que tropieza la cultura
La labor cultural además de imponer restricciones al amor y a la sexualidad, las impone a la tendencia agresiva de la naturaleza humana, semejantes restricciones de los instintos no puede más que volverlo un ser miserable e infeliz.
Existe en la concepción freudiana de los instintos un instinto creador conservador de la sustancia viva que tiende siempre positivamente hacia la consecución de la vida, y un instinto antagónico que tiende a disolver la sustancia y a devolverla a su estado primigenio, inorgánico, es así como además del Eros o instinto de vida, existe un instinto de muerte o de destrucción que es su antítesis. El instinto de agresión antes mencionado vendría a ser la consecuencia y representación de dicho instinto de muerte.
Ahora, esta tendencia agresiva inherente al individuo puede ser descargada al exterior o introyectada dentro de sí mimo, cuando esto último ocurre se ve inmiscuida con el superyó, la tensión entre el super yo y el yo da por resultado el sentimiento de culpabilidad. El superyó es una instancia psíquica concebida por el psicoanálisis donde se encuentran las leyes, normas y patrones establecidos por la cultura, es una consecuencia del rigor de la educación en la etapa infantil y del complejo de Edipo, en este sentido es el censor principal de la conciencia moral. El sentimiento de culpabilidad es además, concebido como el resultado del conflicto entre las dos fuerzas antagónicas que rigen el mundo y la psiquis humana, el eros y el instinto de muerte o de destrucción.
El advenimiento del progreso cultural ha sido pagado por un incremento en la infelicidad humana por el aumento del sentimiento de culpabilidad. Este sentimiento no solo se encuentra en los individuos aislados, sino que también en la cultura existe una instancia similar que instituye las normas y reglas inherentes a la misma. Este sentimiento no se percibe explícitamente como tal, sino que se esconde y se enmascara en otros aspectos que se exteriorizan como un malestar hacia la cultura. Este malestar cultural es consecuencia de las privaciones instintuales de que somos víctimas por la civilización, especialmente por la restricción de la tendencia agresiva inherente a la naturaleza humana, la cual si es o no satisfecha igual le brinda al humano sufrimientos y desdichas y de esta deriva el sentimiento de culpabilidad.
La labor cultural supone la unión de individuos libidinalmente sin importar la felicidad de los mismos, antes bien, si se suprimiera la felicidad de estos, la labor sería llevada a cabo mas satisfactoriamente, se presenta así un conflicto entre el individuo egoísta que quiere su propia felicidad y la sociedad o comunidad en la que vive que lo reprime en función de la masa.
La gran tarea de la cultura es entonces, tratar de regular estas tendencias, haciendo las modificaciones pertinentes para poder vivir en comunidad de manera satisfactoria, el pronóstico es bastante negativo ya que con la naturaleza humana constituida como tal, podría afirmarse sin temor alguno que este no está dispuesto a vivir en comunidad, incluso que la cultura y la civilización son estados y manifestaciones antinaturales y artificiales de la naturaleza humana, he ahí el por qué del malestar en la cultura!

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